Prácticamente desde el momento en que nace, el bebé comienza a estudiar los movimientos de sus padres, sus emociones, sus gestos, sus palabras… Y poco a poco comenzará a imitarlos.
Así, podemos ver cómo el bebé sonríe si nosotros le sonreímos, cómo hace propio ese gesto tan característico de papá y mamá, o incluso cómo reconoce las emociones de los demás y reacciona ante ellas. Con el paso del tiempo, el niño aprenderá a hablar, a moverse, a relacionarse y a comportarse en sociedad imitando lo que ve en sus padres.
Este mecanismo de aprendizaje viene dado por las llamadas “neuronas espejo”, descubiertas hace más de 25 años por el científico Giacomo Rizzolatti. Te explicamos cómo influyen en el aprendizaje del niño y el desarrollo de su empatía desde el nacimiento.
Las neuronas espejo, base de la empatía y el aprendizaje
Las neuronas espejo fueron descubiertas en 1996 por el neurobiólogo italiano Giacomo Rizzolatti, mientras estudiaba el cerebro del mono macaco junto a un equipo de investigadores de la Universidad de Parma (Italia).
Rizzolatti observó que en el cerebro del mono se activaba un grupo neuronas, no solo cuando el animal ejecutaba movimientos o acciones concretas, sino también cuando contemplaba a otros hacerlo.
De este modo, el funcionamiento de las neuronas espejo no solo nos permite ejecutar ciertas acciones tras un proceso de observación e imitación, sino también ponerse en el lugar del otro y hacer propias las emociones de los demás (empatía).
Esto explicaría ciertos fenómenos como la “risa contagiosa”, por qué lloramos y nos entristecemos cuando vemos a otros sufrir o incluso por qué bostezamos cuando otros alrededor lo hacen. Pero sobre todo, gracias a las neuronas espejo entendemos por qué nuestros actos y nuestro ejemplo son más importantes que nuestras palabras en el aprendizaje de los niños.
Así aprende el niño por imitación
La sonrisa es uno de los primeros gestos que imita el bebé de los adultos. Esta aparece a partir del primer mes de vida, y se trata de una sonrisa social que el bebé esboza como respuesta a un estímulo del padre o de la madre. Además, a partir de esta edad ya son capaces de reconocer algunos rostros e incluso imitar ciertos gestos. Lógicamente no lo harán siempre, pero nos sorprenderá ver a nuestro bebé mirándonos fijamente y tratando de imitar nuestras muecas.
Las neuronas espejo del bebé también le permitirán imitar los movimientos de los demás, incluidos los movimientos de los labios y la lengua, un hecho que ya se observa a partir del tercer mes de vida y que resulta imprescindible para el desarrollo del habla y el aprendizaje de nuevas palabras.
A partir de los dos años, el niño comenzará a incorporar la imitación en sus juegos. Esta etapa es sumamente importante para su desarrollo, pues le permite seguir aprendiendo y descubriendo el mundo que le rodea a base de imitar los comportamientos, escenarios o actitudes que ven de los adultos.
Pero la fase de imitación no termina aquí, pues a lo largo de toda su infancia el niño va a continuar imitando el comportamiento del adulto, lo que a su vez le permite aprender normas sociales para vivir en comunidad, rutinas de interacción o prácticamente cualquier aspecto cotidiano (por ejemplo, rutinas de higiene, participación en tareas domésticas, hábito lector, conciencia ecológica, interés por el ejercicio físico…) que le permitirá ir ganando autonomía, al tiempo que adquiere nuevas habilidades imprescindibles para su vida.
En definitiva, la imitación es la forma de aprendizaje más importante en la infancia, y los padres somos sus principales modelos de referencia.
Por ello hemos de ser conscientes de que nuestros hijos observan continuamente nuestros actos, aprendiendo de ellos más que a través de nuestras palabras. Por ello es fundamental ser coherentes con los que les pedimos y lo que después hacemos, pues de lo contrario no solo perderemos credibilidad, sino que estará fallando la base de su aprendizaje.
Fuente: Prof. Silvia Díaz/bebesymas.com