Hoy en día, saber inglés es necesario para acceder a estudios, empleo y oportunidades tanto a nivel nacional como internacional. Por eso el sistema educativo español apuesta por el aprendizaje temprano de dicho idioma. Los alumnos y alumnas comienzan a aprender inglés, en la mayoría de casos, a los 3 o 4 años.
Sin embargo, muchos estudiantes terminan la educación obligatoria a los 16 años sin poder comunicarse en inglés con facilidad (más de la mitad de los españoles de entre 10 y 19 años afirman no hablar nada de inglés, según el INE), a pesar de haber recibido durante doce años entre cuatro y cinco horas semanales como mínimo de inglés.
En cambio, en Suecia los jóvenes hablan inglés con fluidez y confianza desde edades tempranas. ¿Cómo es esto posible? ¿Qué se hace mal en España?
Aunque, como dice el refrán, las comparaciones son odiosas, mirar a otros países europeos como Suecia puede ayudarnos a identificar buenas prácticas para mejorar esta situación.
Hablar desde el primer día (no solo para el examen)
En las escuelas suecas, el inglés se habla desde las primeras etapas. Se utiliza a diario en juegos, proyectos o conversaciones espontáneas. En España, en cambio, las actividades orales en inglés suelen ser puntuales, controladas y muchas veces orientadas a pruebas.
Hablar bien inglés no es solo cuestión de “saberlo”, sino de usarlo. Sin prácticas frecuentes de habla dentro del aula, no se producen avances reales en fluidez. Es decir, hablar con frecuencia y en situaciones naturales es clave para automatizar la producción oral, dejando de lado el miedo a cometer errores, uno de los factores que más afecta a la fluidez.
Evaluar la expresión oral, no solo la escritura
En Suecia, la competencia oral se evalúa a menudo mediante rúbricas y criterios claros basados en el Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas (MCER). Esto hace que los alumnos sepan qué se espera de ellos, además de que reciben retroalimentación útil. Dicho de otra manera, saben en qué exactamente deben mejorar y cómo hacerlo.
En España, sin embargo, la evaluación oral es a menudo informal, esporádica o inexistente. Es difícil para el profesorado evaluar la competencia oral de cada alumno individualmente, debido a la gran ratio de alumnos por clase y a la falta de medios económicos y personales.
En Educación Primaria, los exámenes de inglés tampoco suelen incluir una parte oral. Si no se evalúa lo que se habla, el alumnado aprende que “hablar no cuenta”. Cambiar esto es clave para saber comunicarse con otras personas.
Presupuestos y formación
En 2022, según Eurostat, Suecia dedicó un 6,3 % de su PIB a la educación, situándose entre los países con mayor inversión pública en este ámbito de Europa. Por contra, España invirtió únicamente el 4,4 % de su PIB, claramente por debajo de la media comunitaria (4,7 %) y de la cifra sueca. Esta diferencia en inversión también se refleja en las políticas educativas y en la formación del profesorado.
En Suecia, los maestros reciben formación continua en metodologías comunicativas y evaluación oral. En España, aunque hay esfuerzos en esa dirección, muchas veces faltan recursos, tiempo o acompañamiento.
En Suecia, el 44 % de los docentes declara participar en actividades de aprendizaje profesional colaborativo al menos una vez al mes y otro 42 % realiza docencia en equipo con la misma frecuencia.
En España, estos datos caen al 21 % para ambos factores, lo que sugiere que el sistema educativo sueco fomenta mucho más el trabajo cooperativo entre profesores y apuesta por la formación continua compartida, el intercambio de buenas prácticas y el apoyo mutuo entre docentes, factores todos ellos asociados con una enseñanza de mayor calidad.
Invertir en formación práctica, crear redes de intercambio entre docentes y proporcionar herramientas claras (como rúbricas, bancos de tareas orales o ejemplos de buenas prácticas) es fundamental para transformar las aulas.
Fomentar la interacción, no solo la memorización
La investigación en adquisición de lenguas llega a una conclusión clara: se aprende a hablar hablando. Métodos como el enfoque comunicativo o el aprendizaje basado en tareas, presentes en el modelo sueco, permiten que el alumnado participe en situaciones reales de comunicación: debates, entrevistas, presentaciones o juegos de rol.
En muchos centros españoles, se sigue haciendo demasiado hincapié en la gramática y el vocabulario, con poca oportunidad para usar el idioma en contextos reales o significativos. Incluso cuando se implanta la metodología AICLE (Aprendizaje Integrado de Contenidos y Lenguas Extranjeras), se amplía el número de horas en las que los niños y niñas están expuestos al idioma, pero con un enfoque tradicional centrado en gramática y vocabulario de cosas abstractas, sin dar lugar a que los alumnos hablen espontáneamente ni a tareas comunicativas reales.
Los alumnos deben memorizar largas listas de vocabulario muy específico, sobre todo en asignaturas como Science, cuando no son capaces de hablar de sí mismos o pedir comida en un restaurante.
Es decir, en lugar de usar la lengua como medio para aprender contenido, se usa como objeto de memorización, limitando la interacción significativa. Si el AICLE se aplica correctamente –con tareas reales, interacción oral y coordinación docente–, puede potenciar significativamente las habilidades orales y escritas en inglés. Pero para eso, es esencial promover prácticas orales activas dentro de metodologías centradas en tareas y proyectos.
Motivar con experiencias reales
El alumnado sueco suele estar expuesto al inglés fuera del aula: ven series subtituladas, usan videojuegos, escuchan música o navegan en redes sociales en ese idioma. Esto crea un entorno en el que el inglés se percibe como útil y accesible.
En España, nuestros alumnos también juegan en línea y escuchan música, pero lo hacen sobre todo en español. El doblaje de películas y la escasa presencia del inglés en nuestra sociedad reducen las oportunidades de exposición natural al idioma. Promover el uso de medios en versión original como películas o series y conectar las clases con los intereses del alumnado puede aumentar la motivación.
Involucrar a las familias y la comunidad
Como todo, que aprendamos inglés no depende solo de la escuela. Las familias, los medios de comunicación y el entorno social también tienen mucho que ver. En contextos donde se valora el inglés como una herramienta útil –no solo como asignatura–, el alumnado tiene más oportunidades y confianza para hablar.
La exposición extramural (es decir, todo aquello que el alumno recibe fuera de la escuela) tiene un papel muy importante en el aprendizaje de idiomas. Y no todo depende del nivel previo de las familias: aunque muchas familias españolas no dominen el inglés, pueden leer cuentos bilingües, ver series subtituladas o jugar a videojuegos con sus hijos o apoyar actividades escolares en inglés participando así en el proceso educativo de sus hijos e hijas. También los medios de comunicación pueden (y deberían) contribuir ofreciendo más contenidos en versión original.
Un cambio cultural en la escuela
Hablar inglés con soltura no es una meta imposible, pero sí exige cambios estructurales y culturales. No basta con reformar los currículos en las escuelas: hay que alinear los objetivos con la práctica diaria en el aula, ofrecer formación al profesorado, evaluar lo que realmente importa y crear un entorno –dentro y fuera de la escuela– que favorezca el uso del idioma.
Falta dar el paso: hacer del inglés una lengua de uso, no solo de estudio. Porque enseñar a comunicarse en otro idioma es, al fin y al cabo, enseñar a abrirse al mundo.
Fuente: Aneider Iza Erviti / theconversation.com