La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) publicó en abril de 2025 un informe con el título Descifrando la enseñanza de alta calidad (“Unlocking high quality teaching”) que trata de comprender la complejidad de la enseñanza y su carácter “artesanal”.
El objetivo de la investigación, realizada en más de 150 escuelas de 40 países, es identificar mediante un análisis en profundidad qué factores y qué prácticas ayudan a comprender mejor la enseñanza y su calidad. El informe identifica veinte estrategias que desarrollan cinco objetivos para una enseñanza de “alto rendimiento” o calidad. Suficientes para que el docente pueda seleccionar las que se alineen con el enfoque y propósito de su enseñanza.
Cinco objetivos que debería tener siempre la tarea docente
- Asegurar la participación cognitiva de los alumnos. Crear las condiciones para que los estudiantes realicen un esfuerzo cognitivo sostenido en el tiempo: desafío, diseño de la actividad, nivel adecuado de dificultad, interacción, preguntas e interpelación, participación… para conseguir la comprensión de una idea compleja o la resolución de un problema o de un reto.
- Generar contenido de calidad. Desarrollar una comprensión completa de las materias, partiendo de las habilidades fundamentales para llegar a las ideas, utilizando una visión crítica y la capacidad para aplicarlas. Preparar las clases (explicaciones y exposiciones) con contenidos claros, precisos y coherentes que tengan conexiones con la materia de enseñanza y con los aprendizajes previos de los alumnos.
- Proporcionar apoyo socioemocional. El clima de acompañamiento emocional en el aula y el cuidado de las relaciones positivas son una condición indispensable para el aprendizaje.Se debe producir un trabajo en el aula –un “entrenamiento”– explícito e intencionado de las habilidades socioemocionales.
- Asegurar la interacción en el aula, mediante preguntas y respuestas, organizando oportunidades para la colaboración del alumnado y debates con toda la clase. Establecer estrategias y metodologías claras que garanticen un entorno de interacción equitativo.
- Utilizar la evaluación formativa y la retroalimentación. El diagnóstico del progreso y del aprendizaje permiten la atención de las necesidades individuales y –a la vez– garantizan que los estudiantes tengan la capacidad de dirigir su aprendizaje.
Veinte prácticas que no son simples recetas
Entre las veinte prácticas que se pueden poner en marcha para alcanzar esos cinco objetivos, el informe ha definido asuntos como: presentar tareas con un nivel ajustado de desafío; utilizar un lenguaje preciso, ejemplos relevantes y estructuras comprensibles; mostrar sensibilidad a las señales de estrés, ansiedad o desmotivación; hacer preguntas abiertas, de análisis, de predicción, ir más allá del “sí/no” o de una simple respuesta corta; asegurar que todas las voces sean escuchadas y valoradas; identificar errores, vacíos y fortalezas; y cambiar las estrategias como consecuencia de la observación del docente.
Estas prácticas probablemente no sonarán novedosas a casi ningún docente, pero la originalidad de la propuesta es que se plantean como herramientas –estrategias– flexibles, no simples recetas, que pueden combinarse entre sí. Además, se basan en la evidencia empírica y en la experiencia docente y son aplicables en todos los niveles y asignaturas.
Las practicas (dirigidas más a “cómo” enseñar que a “qué” enseñar) parten de evidencias, de las decisiones docentes, de señales en el comportamiento del alumnado y de factores contextuales que afectan en su efectividad.
Ni tradicional ni innovador
En el informe se superan dicotomías como “tradicional vs. innovador” y se critica la innovación sólo por la innovacion, el “innovacionismo” como urgencia generada por el marketing, simplemente como réplica de otros sistemas educativos o como posicionamiento ideológico.
También hace mucho hincapié en la importancia de la observación sistemática en el aula, ya que permite la reflexión y mejora continua.
La lista de 20 prácticas permite una evaluación docente formativa (no interventora): observación en el aula, mentorías, oportunidades de reflexión y colaboración profesional e investigación de la propia práctica.
Y propone que el desarrollo profesional se centre en prácticas específicas, como por ejemplo la reflexión colaborativa entre docentes en círculos de mejora, el acompañamiento de un líder escolar por medio de conversaciones individuales para planificar acciones profesionales concretas o abrir el aula a otros para generar planes de desarrollo profesional gracias a la observación y el aprendizaje entre iguales.
También defiende que el diseño curricular debe estar basado en prácticas reales y relevantes: ejemplos accesibles del mundo real, contextos significativos del entorno para generar una situación cognitiva enriquecedora.
Evidencias y criterio profesional
La enseñanza es una tarea compleja: obliga a atender diferentes necesidades y capacidades, con recursos limitados; se desarrolla inmersa en situaciones e interacciones sociales constantes; está sometida a una inestabilidad normativa extraordinaria; y se enfrenta a continuos desafíos metodológicos y tecnológicos.
Una enseñanza de alto rendimiento necesita una toma de decisiones flexible y adaptada al contexto que combine la evidencia con el criterio profesional. Es necesario analizar con mayor profundidad cómo interactúan estos elementos, considerando la “ciencia” que sustenta los métodos eficaces, el “arte” de su implementación y cómo la “artesanía” docente se adapta a diversos entornos de aula.
Esta propuesta presenta la enseñanza del siglo XXI no como un menú de fast-food –estandarizado, unívoco…– sino como una creación de alta cocina, personalizada, contextualizada. Dirigida a cada alumno personalmente, ya que cada alumno es único.
Será necesaria más investigación para comprender qué funciona, dónde, por qué, para quién y bajo qué condiciones estas prácticas pueden tener el mayor impacto, impulsando una enseñanza de calidad en cada escuela.
Fuente: Gerardo Meneses / theconversation.com