Durante décadas, el currículo, la pedagogía y la tecnología han evolucionado para satisfacer las necesidades cambiantes de los estudiantes. Sin embargo, en muchas escuelas, el entorno del aula no se ha adaptado al mismo ritmo. Los diseños clásicos, que suelen incluir filas de pupitres, flexibilidad limitada y un único punto de atención, a menudo dificultan que los educadores apoyen las formas dinámicas de aprendizaje de los estudiantes actuales.
Las aulas son mucho más que simples lugares para sentarse; cuando se diseñan con esmero, pueden convertirse en poderosas herramientas de aprendizaje. Estos espacios pueden tanto limitar como potenciar una enseñanza eficaz. Al replantear el diseño y el uso de las aulas, las escuelas pueden crear entornos que fomenten la participación, reduzcan el estrés y ayuden tanto a docentes como a estudiantes a alcanzar su máximo potencial.
Diseñar un aula para los resultados de aprendizaje y el bienestar de los estudiantes
Muchos educadores recurren de forma natural a sus propias experiencias escolares al diseñar los entornos de las aulas, a menudo manteniendo configuraciones familiares que reflejan cómo aprendieron ellos mismos. Con el tiempo, estas disposiciones clásicas se han convertido en la norma, incluso cuando los estudiantes de hoy se benefician de espacios más flexibles y adaptables que se ajustan a las necesidades modernas de enseñanza y aprendizaje.
El reto reside en que las aulas tradicionales no siempre se adaptan a las formas en que los estudiantes aprenden e interactúan hoy en día. Con la tecnología integrada en casi todos los aspectos de su vida, los estudiantes están acostumbrados a participar en entornos más dinámicos, colaborativos y receptivos. Las aulas diseñadas con flexibilidad pueden reflejar mejor estas experiencias, apoyando la enseñanza y el aprendizaje de forma significativa, incluso sin utilizar tecnología.
Para lograr una verdadera participación de los estudiantes, el aula debe convertirse en un participante activo del proceso de aprendizaje. El psicólogo educativo Loris Malaguzzi describió el aula como el «tercer maestro», afirmando que tiene tanta influencia en el desarrollo del niño como los padres o los educadores. Por ello, los docentes deberían poder apoyarse en este «maestro» para mantener a los estudiantes atentos y participativos, en lugar de asumir toda la responsabilidad ellos solos.
Por ejemplo, las filas de pupitres suelen limitar la interacción y la actividad, lo que impone un estilo de aprendizaje único y pasivo. En cambio, los asientos flexibles fomentan la participación activa y el aprendizaje entre iguales, permitiendo a los estudiantes moverse y reconfigurar fácilmente sus espacios de aprendizaje para el trabajo en grupo o el trabajo individual.
Lo vi de primera mano cuando era maestra. Al mudarme a una de mis aulas de tercer grado, me encontré con mesas que rápidamente resultaron insuficientes para las necesidades de mis alumnos. Solicité un cambio, integrando opciones de asientos alternativos y dándoles la libertad de elegir dónde se sentían más cómodos aprendiendo. Los resultados superaron mis expectativas. Mis alumnos estaban notablemente más participativos, colaborativos e involucrados en las discusiones y actividades de clase. Esa experiencia me demostró que incluso los cambios más sencillos en el entorno físico de aprendizaje pueden tener un profundo impacto en la motivación y los resultados de aprendizaje de los alumnos.
Permitir que los estudiantes elijan su lugar preferido para una actividad o día determinado les da mayor control sobre su aprendizaje. Los estudiantes con esta opción tienen más probabilidades de participar en debates, compartir ideas y desarrollar un sentido de comunidad. Un entorno cómodo y cuidadosamente diseñado también puede reducir la ansiedad y mejorar la concentración. Esto significa que los docentes experimentan menos interrupciones y necesitan intervenir menos, lo que alivia directamente una importante fuente de estrés al disminuir las medidas disciplinarias que deben tomar para resolver los problemas de conducta en el aula. Con menos interrupciones, los docentes pueden centrarse en la enseñanza.
Apoyar el bienestar de los docentes
Así como el diseño del aula puede beneficiar directamente el rendimiento estudiantil, también puede contribuir al bienestar docente. Crear espacios que fomenten la colaboración entre el personal, brinden oportunidades para desconectar y reduzcan las exigencias del trabajo es un primer paso tangible hacia el desarrollo de un entorno más sostenible para los educadores y puede ser un factor clave para reducir la rotación de personal.
El diseño intencional de las aulas debe equilibrar la coherencia con la voz del profesorado. Las escuelas no necesitan un modelo único para todas las aulas, sino que pueden establecer estándares de diseño adaptables para cada tipo de espacio, como laboratorios de ciencias, aulas de primaria o zonas de colaboración. Dentro de estos marcos, el profesorado debe participar activamente en la configuración del espacio para optimizar su labor docente. Este enfoque valora la experiencia del profesorado y, al mismo tiempo, garantiza que los entornos de aprendizaje en toda la escuela sean flexibles y coherentes.
Respaldar la voz y la experiencia del profesorado también anima a los docentes más innovadores a probar cosas nuevas. Si bien algunos docentes pueden aprovechar la oportunidad de rediseñar su espacio, otros podrían mostrarse más reticentes. Para estos últimos, los directivos escolares pueden ayudar a disipar estas dudas recalcando que un cambio significativo no requiere una reforma integral. Incluso pequeños gestos, como reorganizar el mobiliario existente o incorporar una o dos piezas nuevas, pueden hacer que un espacio se sienta renovado y más adaptado a las necesidades de enseñanza y aprendizaje. Para apoyar este proceso, los centros educativos también pueden colaborar con especialistas en entornos de aprendizaje para ayudar al profesorado a identificar puntos de partida prácticos y diseñar soluciones a medida de sus objetivos.
Diseñando un futuro más brillante para la educación
Invertir en entornos escolares cuidadosamente diseñados que prioricen el bienestar docente no se trata solo de crear un lugar de trabajo más agradable; es una medida estratégica para construir un sistema educativo más sólido y sostenible. Al proporcionar a los docentes aulas flexibles, adaptables y preparadas para el futuro, las escuelas pueden abordar problemas como el estrés, el agotamiento y la desmotivación estudiantil. Cuando los educadores se sienten valorados y empoderados en sus espacios, crean un mejor ambiente de trabajo para sí mismos y una mejor experiencia de aprendizaje para sus estudiantes. En definitiva, un aula bien diseñada y que brinda apoyo es un entorno que propicia el éxito tanto para educadores como para estudiantes.
Fuente: Dra. Sue Ann Highland / eschoolnews.com

